jueves, 26 de septiembre de 2013

A propósito de la entrevista del Papa Francisco a los Jesuitas

Como Red Latinoamericana de Católicas por el Derecho a Decidir, vemos con esperanza, en la entrevista del Papa difundida internacionalmente a través de la red de revistas de la Compañía de Jesús, que se han abierto nuevas perspectivas para una Iglesia que dialoga más, que se deja interpelar por la realidad.
Nos regocija que el Papa retome el espíritu del Concilio Vaticano II y recupere la figura de la Iglesia como Pueblo de Dios en camino con sus gozos y dolores. Y reafirme el deseo de ver una Iglesia capaz de escuchar al prójimo, teniendo en cuenta, como primer momento teológico, la realidad concreta de las personas, de hacer prevalecer en primer lugar el principio de la Misericordia.
Nos complace su declaración en el sentido de que si bien la religión tiene el derecho de expresar sus opiniones, no debe “interferir espiritualmente” en la vida de las personas, sino respetar la dignidad de cada una, y acompañarlas a partir de su condición con misericordia. Percibimos este planteamiento como un aliento y un aire que renueva la Iglesia. Asimismo, saludamos su reconocimiento de que el plan de su trabajo pastoral debe tener “la frescura y el perfume del evangelio”, “el corazón de la enseñanza de Jesús”. Tener “...como el mensaje central del Evangelio: el amor y la misericordia de Dios”, siguiendo el Evangelio de Lucas.
Nos encontramos con una nueva figura y un modelo poco conocido de ser Papa: se reconoce como pecador y confiesa públicamente sus pecados. Dice haber sido autoritario, y al dar cuenta de su fragilidad humana hace pensar en el peso de la doctrina de la infalibilidad papal en una persona que se reconoce humana y que tiene la responsabilidad de entender las fragilidades humanas.
Estas señales son motivos de alegría, porque son signos de una Iglesia más comprometida, que desea cambiar. Incluso cuando habla de las mujeres dice que “es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia” y cuando afirma que “la mujer es imprescindible para la Iglesia”, porque “María, una mujer, es más importante que los obispos”, está dando aliento a la esperanza.
Ahora es necesario que se reconozca el valioso trabajo que mujeres de todos los continentes han hecho desde el punto de vista de la reflexión teológica, elaborando desde hace más de 40 años una rica teología feminista. Mujeres teólogas han logrado que temas que antes no eran incorporados como fuente para la reflexión teológica ahora sean parte fundamental de esta reflexión; el sufrimiento causado por la violencia de género, la sexualidad y el cuerpo como un lugar de opresión y dominación, la culpa
centrada en las mujeres, la maternidad como destino obligatorio, son realidades de reflexión prioritarias de la teología feminista para contribuir a la promoción de la humanidad y la dignidad de las mujeres. Ahora, falta congruencia entre los dichos y los hechos para que se reconozca el papel transcendental de las mujeres en la Iglesia y podamos acceder en igualdad de condiciones a los lugares en donde se toman las decisiones.
Con relación al aborto y a la homosexualidad, el Papa habla de la necesidad de escuchar y de acoger a las personas con su realidad. Este es un paso muy importante. Por primera vez un Papa no habla del aborto y la homosexualidad condenando y juzgando e invocando principios doctrinales abstractos, sino que asume la necesidad de aproximarse y comprender la realidad concreta y el contexto de la persona como el primer momento de diálogo y acogida, como él mismo afirma “el anuncio del amor salvífico de Dios es previo a la obligación moral religiosa “.
En este sentido, recibimos las palabras del Papa como un paso significativo para una Iglesia más abierta, más humana y misericordiosa, más cercana en todo caso a la Iglesia de Jesús, una mejor Iglesia.
Esperamos que esta apertura permita profundizar en una comprensión nueva de todos los temas pendientes en la Iglesia y que se traduzca en hechos de congruencia y en reformas concretas. En este sentido nos parece urgente que los obispos católicos se pongan al día con la palabra y el espíritu de lo que está diciendo el papa Francisco porque es cada día más evidente que se está abriendo una brecha entre los planteamientos y estilos de vida del Papa y de quienes integran la jerarquía eclesial. Congruencia, justicia, misericordia, discernimiento, respeto, son valores necesarios en esta nueva etapa que se anuncia y que esperamos ver traducida en hechos innegables.
Solo así será posible que las personas que hoy en día se sienten vulneradas por las posiciones de la Iglesia se sientan acogidas, sientan que también en ellas se reconoce el rostro de Jesús, así como su dignidad y libertad para decidir sobre su vida siguiendo los dictados de su conciencia.
Como mujeres comprometidas con la justicia social y los derechos humanos de las mujeres, defendemos la Vida e insistimos en que es necesario colocar la vida de las mujeres en el centro, escuchar sus necesidades, anhelos y sufrimientos; por ello, reafirmamos que el reconocimiento de la dignidad de las mujeres, sólo es posible cuando se reconocen sus derechos, su autoridad moral y su autonomía para decidir en conciencia el camino que más conviene a su bienestar.


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