El abuso sexual en la iglesia es un síntoma claro de las deficiencias estructurales de un sistema de gobierno de otros tiempos, en el que no contaba la persona, sino únicamente la institución. No se conocían los Derechos humanos, es decir no importaba si una persona sufría perjuicios, siempre que la institución quedara a salvo. En los últimos 250 años la cultura política ha cambiado y ya no nos parece aceptable que se le de prioridad a una institución sobre el individuo. La feligresía católica ya no se identifica con una jerarquía que siga anclada en el pasado.
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