16 de enero de 2014
Estimado Papa Francisco,
Con
un fraternal saludo en Cristo nos dirigimos a usted desde la Red Latinoamericana de Católicas por el
Derecho a Decidir, un movimiento autónomo de personas católicas y
feministas, comprometidas con la búsqueda de justicia social en América Latina,
que impulsamos acciones en el marco de la defensa y promoción de los Derechos
Humanos de las Mujeres desde el año 1996 en 12 países de la región: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile,
Ecuador, El Salvador, México, Nicaragua, Paraguay, Perú y España como país
asociado.
Como
todo el pueblo católico, vivimos la expectativa de los buenos auspicios de su
pontificado que se anunció como un cambio positivo en la Iglesia y apostamos a
la esperanza de ese cambio que incluyera
a las mujeres, el respeto a los Estados laicos, a la diversidad y sobre todo al
compromiso con los desafíos en relación a la vida real y concreta de todas las
personas, especialmente de las más pobres y excluidas. De hecho, reconocemos
que hay transformaciones que empiezan y
son importantes y significativas para la Iglesia. Pero, como mujeres solidarias
para con las mujeres de nuestro continente, comprometidas con la lucha por la
justicia social, no podemos guardar silencio ante su última declaración sobre
quiénes son los seres humanos "descartables" en el mundo actual.
Es
verdad que podrían evitarse muchas interrupciones de embarazos si todas las
mujeres del continente tuviéramos educación sexual para decidir y acceso a
anticonceptivos modernos para regular la fecundidad y ejercer el derecho a
procrear en el momento más oportuno para que la maternidad sea vivida como una
opción gozosa y no como simple destino biológico o como una imposición
cultural. Pero, Usted bien sabe que la desigualdad de este continente todavía
está lejos de ser superada y que las mujeres más pobres están expuestas a
maternidades obligadas en contextos de mucha violencia, con todo el costo que
implica para ellas y para el conjunto de nuestras comunidades.
Nosotras, como mujeres católicas y como la mayoría de las personas de
diferentes credos y convicciones, así como muchas de las personas que no comulgan
con credo religioso alguno, le asignamos un valor a la vida en gestación,
pero ese valor no puede ser mayor que el que asignamos a las mujeres y sus
decisiones en situaciones difíciles. Sabemos que las mujeres que se ven en la
necesidad de interrumpir sus embarazos, han tomado esa decisión de acuerdo con
los dictados de su conciencia, empujadas por diversos factores en los que siempre
están en primera instancia el bienestar de los demás, sobre todo de
sus hijos.
Nos
preocupa la alta tasa en aumento de mujeres que mueren víctimas de violencia,
las cifras son alarmantes en el mundo, en particular en nuestra Latinoamérica,
muertes de mujeres que son madres, jóvenes, solteras, casadas, enamoradas,
hijas, sobrinas, amigas y que generalmente son asesinadas por sus propios
compañeros o personas próximas que dicen amarlas, ante cuya situación nos duele
el silencio de la Iglesia que no ha elevado una voz de denuncia y justicia
sobre esas muertes , ante un drama de grandes dimensiones donde también
necesitamos una voz de indignación evangélica del Vaticano y de Usted, como su
máximo representante. Soñamos con una Iglesia inclusiva que comprenda, ampare y
contenga a las personas en estas situaciones y no quisiéramos escuchar sólo
condenas sobre temas que están en debate tanto en la Iglesia como en la
sociedad. Su discurso, sus actitudes y hechos Papa Francisco, han sido
innovadores y transgresores, y han
generado un gran consenso entre quienes estamos comprometidas con la justicia
social y trabajamos por un mundo mejor, una Iglesia mejor, una sociedad mejor
en la que quepamos todas y todos en libertad, respeto y congruencia con lo que
Usted ha venido diciendo. Nos preocupa
que en estos momentos en que el mundo necesita de unidad y consenso, se
levanten estos temas de esta manera pues pueden generar divisiones,
contraposiciones, discriminación, estigma e incomprensión. De Usted esperamos
misericordia, compasión y justicia, toda la justicia necesaria para que este
mundo sea mejor.
El
pueblo católico y en particular las mujeres quienes en el mundo vivenciamos con
más fuerza la desigualdad social, la pobreza, las exclusiones y las situaciones
de violencia, confiamos y apelamos a su alto sentido humanitario, su
solidaridad, misericordia y sensibilidad que lo lleve a situarse en el lugar de
aquellas excluidas, mujeres, niñas y adolescentes violadas y embarazadas, y no
por encima de ellas, porque más que una persona con una jerarquía que mira
desde arriba los dramas terrenales por los cuales atraviesan las mujeres de
diferentes partes del mundo, lo queremos ver como un hermano en la fe y en
Cristo.
Red Latinoamericana de Católicas por
el Derecho a Decidir
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