Teresa Escudero explica la importancia, para las católicas, de la prevención de los embarazos no deseados mediante una buena educación sexual, tal y como lo prevee la nueva ley.
Pinchando el titulo de esta entrada puedes apreciar parte de su intervención en el quinto video.
viernes, 29 de enero de 2010
lunes, 18 de enero de 2010
¿Contribuyen las religiones a la igualdad de mujeres y hombres?
Católicas por el Derecho a Decidir contribuyó a las Jornadas de Laicidad de Plazandreok en Donostia con la siguiente reflexión:
El Evangelio nos transmite que Jesucristo dijo que El hombre no solo vive de pan.
Nuestra tradición católica nos enseña que aquella persona que debemos considerar como el Gran Maestro nos amonesta que a pesar de que es necesario comer para vivir, a pesar de la importancia fundamental de la materia para poder mantener en vida el cuerpo nuestro, hecho de esa misma materia, esto no basta, hay algo más que resulta indispensable para “vivir”.
La vida no se limita a lo simplemente biológico sino que tiene una dimensión trans: transcendental, trans-biológica, trans-material, transindividual.
Nos amonesta a no limitarnos, al hablar de vida, al definir la vida, a lo meramente biológico, a no caer en el biologismo, cosa que desafortunadamente suele hacer la jerarquía católica, cuando habla sobre el aborto o por ejemplo también sobre la el sacramento de la ordenación sacerdotal. Pues para la jerarquía católica la ordenación sacerdotal de una mujer es imposible por faltarle aquel miembro que luego le sobra a los varones una vez que han sido ordenados. Como lo formuló el especialista francés del laicismo, Jean Bauberot, parece que el catolicismo fuera una religión del Sagrado Falo.
Sin negar pues la importancia fundamental de la materia y de la biología, la vida es algo más, algo que no es unidimensional, sino probablemente más bien multidimensional.
Sin duda alguna, ese algo más que se necesita tener en cuenta al hablar de vida es aquello que llamamos el sentido, la razón, el sentido de la vida, la razón para vivir: la cultura, lo que vamos construyendo cada día y a lo largo de los tiempos entre todas y todos. Es la dimensión simbólica, que crea a partir de lo material algo que transciende esa materialidad y que cobra vida propia, por ejemplo el lenguaje, el arte, la ciencia pero también la filosofía o la religión, es decir las diferentes formas de conocimiento que nos permiten descifrar el mundo en el que vivimos y descifrarnos a nosotras mismas.
“El hombre no vive solo de pan” decíamos pues, y claro surge la pregunta: ¿y la mujer podrá hacerlo? ¿Podrá ella vivir solo de pan?
Claro que no, pero precisamente, la tradición católica nos invisibiliza, nos subsuma bajo la palabra genérica de “hombre” y nos obliga, nos ha obligado durante los 20 siglos que se ha ido construyendo, a realizar esa gimnasia propia a las mujeres que consiste en interpretar la ambigüedad de la palabra “hombre” y saber perfectamente si según el caso se esta denominando a un varón o quizá y potencialmente también a una mujer.
Y aquí llegamos a lo patriarcal de la religión. Claro, todas las grandes religiones vigentes hoy en día son patriarcales. Como lo son todos los productos culturales que nos rodean, el lenguaje, la ciencia, el arte, es decir toda forma de conocimiento, pues son creaciones que llevan el sello de las formas de dominación vigentes. Y no solo son productos que llevan ese sello sino que son a la vez instrumentos para reproducir ese sistema de dominación y ese patriarcado, son medios para justificarlo.
Esto no quiere decir que dentro de ese patriarcado no existan reductos , subculturas, elementos que permitan conocer el mundo de manera un poquito distinta. Existe la gramática que distingue el género de las palabras: un género masculino, otro femenino y otro neutro. Existe la ciencia biológica que distingue entre una anatomía de varón y una de mujer y una tercera que no es ni lo uno ni lo otro, aunque a la fecha ningún país del mundo reconozca este hecho introduciendo otra categoría de “sexo” en el estado civil, además del “masculino” y “femenino”. El no hacerlo invisibiliza a esa pequeña minoría de personas que anatómicamente no son ni “mujeres” ni “varones” obligándolos a optar por uno de esos dos sexos “homologados” para efectos de registro civil.
Existe finalmente una disciplina del conocimiento y de la acción dentro de este mundo que se denomina feminismo.
Es decir que a partir de los elementos mismos de la cultura en que vivimos, y que han sido forjados también con ayuda de las mujeres, es posible encontrar la llave para salir de ese sistema de dominación.
La cultura se ha forjado con la participación de las mujeres. El papel de los dominados y de las dominadas es esencial para que pueda producirse esa cultura, pero así como cuando se construye un palacio real como el Escorial y que Fernando II no haya puesto más de una sola piedra se diga que el lo construyó, ocultando todas las miles de personas que aportaron su sudor y el ingenio de sus manos y de sus saberes artesanales, así también la cultura que conocemos y que es dominantemente patriarcal es fruto en gran medida del esfuerzo y la productividad de las mujeres, solo que la contribución de estas existe ahí de manera invisibilizada.
Y es nuestra tarea como feministas, visibilizar esa parte, que por lo general es aquella que contiene el potencial subversivo del orden patriarcal, aquella que permitirá descubrir lo liberador que contiene también toda expresión cultural patriarcal.
Y es por ello que el feminismo de inspiración católica, o mejor, la teología feminista que se construye a partir del catolicismo, puede contribuir de manera sustancial a subvertir el sistema de dominación patriarcal, pues puede visibilizar mejor que cualquier otra forma de conocimiento, aquellos elementos y aquellas dimensiones liberadoras que contiene la religión católica. Puede subvertir el orden simbólico que justifica al patriarcado y puede así contribuir a desmontarlo como orden dominante.
¿Se podrá hablar de un feminismo católico? Creo que seria mejor hablar de la existencia de feministas católicas, es decir de feministas que se han especializado en la doctrina católica, que se sienten herederas de esa tradición subversiva y liberadora pero hasta ahora siempre dominada que ha subsistido dentro del catolicismo desde su inicio y que los detentores del poder dentro de la Iglesia siempre han combatido e intentado aniquilar, por ejemplo con la Inquisición. Esas feministas se han puesto a escarbar en esa tradición, a quitar velos invisibilizantes para sacar a la luz todos aquellos elementos liberadores que existen, aunque a veces completamente tergiversados. Han por ejemplo analizado las figuras centrales de la tradición católica como lo son Jesús de Nazaret y su madre María de Nazaret. Y así se han percatado de hechos curiosos, por ejemplo que la primera palabra pronunciada por el Cristo resucitado, la palabra con la que abre pues la nueva era de la existencia humana y de lo que la teología católica denomina la economía salvífica, la llave para ese nuevo mundo en el que empieza la liberación del poder de la muerte que es el sistema patriarcal es: MUJER.
Cuando según el Evangelio de San Juan, María Magdalena esta en el huerto de Getsemane llorando por haber encontrado vacía la tumba, se le acerca un hombre que ella primero no reconoce y le dice: Mujer – por que lloras? – Y es solo cuando luego él la llama por su nombre propio que ella a su vez por fin lo reconoce.
Eso nunca lo cuentan en las clases de religión que la jerarquía católica quisiera mantener como materias obligatorias en los colegios. Pues seria muy difícil justificar el hecho de que las mujeres no pueden ser esposas de sacerdote, y menos aun sacerdotes ellas mismas.
Como resultaría igualmente muy difícil justificar todo lo que nuestros jerarcas afirman respecto al aborto, si enseñaran sobre María de Nazaret lo que dicen las Escrituras. Allí nos cuentan que a esa jovencita adolescente se le apareció un ángel de Dios para pedirle que tomara la decisión sobre un embarazo. Que si ella estaba dispuesta entonces nacería de ella el hijo de Dios. No le pidió el ángel de Dios que fuera a consultarlo con sus padres, ni con su compañero, ni fue el mismo a consultarlo con ellos. Tampoco decidió por ella lo que debía hacer. Al contrario, la narración evangélica de lo que celebramos el 25 de Marzo como la fiesta de la Anunciación a María nos enseña que para Dios es clarísimo que ella como mujer es la única con la legitimidad de decidir sobre su embarazo.
Y una vez que María tomó esta decisión, siguió con otra: decidió irse de su casa, sin consultar con nadie, sin pedir permiso a nadie, para ir a visitar a su prima Isabel que vivía lejos, para compartir con ella, con otra mujer, la experiencia que había tenido, la decisión que había tomado. Y al llegar allí explicó lo que le había sucedido con el Magnificat que es un texto de subversión, en el que ella dice que el hecho que Dios la haya empoderado para decidir, mostraba que Dios era un Dios que subvertía el orden patriarcal, pues derribaba a los poderosos de sus tronos y llenaba a los pobres de riquezas.
Hay muchas personas, y entre ellas muchas feministas, que sientan gran repugnancia por la religión. Le experimentan como una forma de conocimiento patriarcal que ha causado mucho daño, que ha oprimido, mutilado, aniquilado, humillado a tantas y tantas personas. Pero para que deje de hacerlo es importante que aquellas entre las feministas, que decidimos mediante la teología feminista explorar lo que hay debajo de esa burqa invisible que nos han echado encima a todas, incluso a María de Nazaret y a Jesús de Nazaret, presentándonoslos como a unos personajes exsangües y amerengados, debemos seguir adelante con esa labor de desmontaje del orden simbólico patriarcal. Debemos sacar a la luz toda la tradición liberadora, todas aquellas dimensiones liberadoras que al comprenderse por un número suficiente de personas ya no permiten que siga vigente el orden dominante actual. Y así se derrumba todo ese andamio de sacralización del orden patriarcal y se descubre que otro mundo es posible, porque también es posible un Dios muy distinto al que nos inculca desde los púlpitos aquella armada ideológica del patriarcado que es el clero carca que se autodenomina por lo que parece una paradoja transgenérica “la Santa Madre Iglesia”.
Creo que es importante que las feministas católicas como todas las feministas que trabajamos en materia de religión y mujeres, recibamos el apoyo que necesitamos de todas las demás feministas y de todas las personas que luchan por el Estado laico, para avanzar en ese trabajo de deconstrucción y subversión del orden simbólico patriarcal. Eso permitirá hacer avanzar la causa común de todos los feminismos que es, al menos esa es nuestra convicción, la liberación de mujeres y varones de la dominación mutilante del patriarcado.
El Evangelio nos transmite que Jesucristo dijo que El hombre no solo vive de pan.
Nuestra tradición católica nos enseña que aquella persona que debemos considerar como el Gran Maestro nos amonesta que a pesar de que es necesario comer para vivir, a pesar de la importancia fundamental de la materia para poder mantener en vida el cuerpo nuestro, hecho de esa misma materia, esto no basta, hay algo más que resulta indispensable para “vivir”.
La vida no se limita a lo simplemente biológico sino que tiene una dimensión trans: transcendental, trans-biológica, trans-material, transindividual.
Nos amonesta a no limitarnos, al hablar de vida, al definir la vida, a lo meramente biológico, a no caer en el biologismo, cosa que desafortunadamente suele hacer la jerarquía católica, cuando habla sobre el aborto o por ejemplo también sobre la el sacramento de la ordenación sacerdotal. Pues para la jerarquía católica la ordenación sacerdotal de una mujer es imposible por faltarle aquel miembro que luego le sobra a los varones una vez que han sido ordenados. Como lo formuló el especialista francés del laicismo, Jean Bauberot, parece que el catolicismo fuera una religión del Sagrado Falo.
Sin negar pues la importancia fundamental de la materia y de la biología, la vida es algo más, algo que no es unidimensional, sino probablemente más bien multidimensional.
Sin duda alguna, ese algo más que se necesita tener en cuenta al hablar de vida es aquello que llamamos el sentido, la razón, el sentido de la vida, la razón para vivir: la cultura, lo que vamos construyendo cada día y a lo largo de los tiempos entre todas y todos. Es la dimensión simbólica, que crea a partir de lo material algo que transciende esa materialidad y que cobra vida propia, por ejemplo el lenguaje, el arte, la ciencia pero también la filosofía o la religión, es decir las diferentes formas de conocimiento que nos permiten descifrar el mundo en el que vivimos y descifrarnos a nosotras mismas.
“El hombre no vive solo de pan” decíamos pues, y claro surge la pregunta: ¿y la mujer podrá hacerlo? ¿Podrá ella vivir solo de pan?
Claro que no, pero precisamente, la tradición católica nos invisibiliza, nos subsuma bajo la palabra genérica de “hombre” y nos obliga, nos ha obligado durante los 20 siglos que se ha ido construyendo, a realizar esa gimnasia propia a las mujeres que consiste en interpretar la ambigüedad de la palabra “hombre” y saber perfectamente si según el caso se esta denominando a un varón o quizá y potencialmente también a una mujer.
Y aquí llegamos a lo patriarcal de la religión. Claro, todas las grandes religiones vigentes hoy en día son patriarcales. Como lo son todos los productos culturales que nos rodean, el lenguaje, la ciencia, el arte, es decir toda forma de conocimiento, pues son creaciones que llevan el sello de las formas de dominación vigentes. Y no solo son productos que llevan ese sello sino que son a la vez instrumentos para reproducir ese sistema de dominación y ese patriarcado, son medios para justificarlo.
Esto no quiere decir que dentro de ese patriarcado no existan reductos , subculturas, elementos que permitan conocer el mundo de manera un poquito distinta. Existe la gramática que distingue el género de las palabras: un género masculino, otro femenino y otro neutro. Existe la ciencia biológica que distingue entre una anatomía de varón y una de mujer y una tercera que no es ni lo uno ni lo otro, aunque a la fecha ningún país del mundo reconozca este hecho introduciendo otra categoría de “sexo” en el estado civil, además del “masculino” y “femenino”. El no hacerlo invisibiliza a esa pequeña minoría de personas que anatómicamente no son ni “mujeres” ni “varones” obligándolos a optar por uno de esos dos sexos “homologados” para efectos de registro civil.
Existe finalmente una disciplina del conocimiento y de la acción dentro de este mundo que se denomina feminismo.
Es decir que a partir de los elementos mismos de la cultura en que vivimos, y que han sido forjados también con ayuda de las mujeres, es posible encontrar la llave para salir de ese sistema de dominación.
La cultura se ha forjado con la participación de las mujeres. El papel de los dominados y de las dominadas es esencial para que pueda producirse esa cultura, pero así como cuando se construye un palacio real como el Escorial y que Fernando II no haya puesto más de una sola piedra se diga que el lo construyó, ocultando todas las miles de personas que aportaron su sudor y el ingenio de sus manos y de sus saberes artesanales, así también la cultura que conocemos y que es dominantemente patriarcal es fruto en gran medida del esfuerzo y la productividad de las mujeres, solo que la contribución de estas existe ahí de manera invisibilizada.
Y es nuestra tarea como feministas, visibilizar esa parte, que por lo general es aquella que contiene el potencial subversivo del orden patriarcal, aquella que permitirá descubrir lo liberador que contiene también toda expresión cultural patriarcal.
Y es por ello que el feminismo de inspiración católica, o mejor, la teología feminista que se construye a partir del catolicismo, puede contribuir de manera sustancial a subvertir el sistema de dominación patriarcal, pues puede visibilizar mejor que cualquier otra forma de conocimiento, aquellos elementos y aquellas dimensiones liberadoras que contiene la religión católica. Puede subvertir el orden simbólico que justifica al patriarcado y puede así contribuir a desmontarlo como orden dominante.
¿Se podrá hablar de un feminismo católico? Creo que seria mejor hablar de la existencia de feministas católicas, es decir de feministas que se han especializado en la doctrina católica, que se sienten herederas de esa tradición subversiva y liberadora pero hasta ahora siempre dominada que ha subsistido dentro del catolicismo desde su inicio y que los detentores del poder dentro de la Iglesia siempre han combatido e intentado aniquilar, por ejemplo con la Inquisición. Esas feministas se han puesto a escarbar en esa tradición, a quitar velos invisibilizantes para sacar a la luz todos aquellos elementos liberadores que existen, aunque a veces completamente tergiversados. Han por ejemplo analizado las figuras centrales de la tradición católica como lo son Jesús de Nazaret y su madre María de Nazaret. Y así se han percatado de hechos curiosos, por ejemplo que la primera palabra pronunciada por el Cristo resucitado, la palabra con la que abre pues la nueva era de la existencia humana y de lo que la teología católica denomina la economía salvífica, la llave para ese nuevo mundo en el que empieza la liberación del poder de la muerte que es el sistema patriarcal es: MUJER.
Cuando según el Evangelio de San Juan, María Magdalena esta en el huerto de Getsemane llorando por haber encontrado vacía la tumba, se le acerca un hombre que ella primero no reconoce y le dice: Mujer – por que lloras? – Y es solo cuando luego él la llama por su nombre propio que ella a su vez por fin lo reconoce.
Eso nunca lo cuentan en las clases de religión que la jerarquía católica quisiera mantener como materias obligatorias en los colegios. Pues seria muy difícil justificar el hecho de que las mujeres no pueden ser esposas de sacerdote, y menos aun sacerdotes ellas mismas.
Como resultaría igualmente muy difícil justificar todo lo que nuestros jerarcas afirman respecto al aborto, si enseñaran sobre María de Nazaret lo que dicen las Escrituras. Allí nos cuentan que a esa jovencita adolescente se le apareció un ángel de Dios para pedirle que tomara la decisión sobre un embarazo. Que si ella estaba dispuesta entonces nacería de ella el hijo de Dios. No le pidió el ángel de Dios que fuera a consultarlo con sus padres, ni con su compañero, ni fue el mismo a consultarlo con ellos. Tampoco decidió por ella lo que debía hacer. Al contrario, la narración evangélica de lo que celebramos el 25 de Marzo como la fiesta de la Anunciación a María nos enseña que para Dios es clarísimo que ella como mujer es la única con la legitimidad de decidir sobre su embarazo.
Y una vez que María tomó esta decisión, siguió con otra: decidió irse de su casa, sin consultar con nadie, sin pedir permiso a nadie, para ir a visitar a su prima Isabel que vivía lejos, para compartir con ella, con otra mujer, la experiencia que había tenido, la decisión que había tomado. Y al llegar allí explicó lo que le había sucedido con el Magnificat que es un texto de subversión, en el que ella dice que el hecho que Dios la haya empoderado para decidir, mostraba que Dios era un Dios que subvertía el orden patriarcal, pues derribaba a los poderosos de sus tronos y llenaba a los pobres de riquezas.
Hay muchas personas, y entre ellas muchas feministas, que sientan gran repugnancia por la religión. Le experimentan como una forma de conocimiento patriarcal que ha causado mucho daño, que ha oprimido, mutilado, aniquilado, humillado a tantas y tantas personas. Pero para que deje de hacerlo es importante que aquellas entre las feministas, que decidimos mediante la teología feminista explorar lo que hay debajo de esa burqa invisible que nos han echado encima a todas, incluso a María de Nazaret y a Jesús de Nazaret, presentándonoslos como a unos personajes exsangües y amerengados, debemos seguir adelante con esa labor de desmontaje del orden simbólico patriarcal. Debemos sacar a la luz toda la tradición liberadora, todas aquellas dimensiones liberadoras que al comprenderse por un número suficiente de personas ya no permiten que siga vigente el orden dominante actual. Y así se derrumba todo ese andamio de sacralización del orden patriarcal y se descubre que otro mundo es posible, porque también es posible un Dios muy distinto al que nos inculca desde los púlpitos aquella armada ideológica del patriarcado que es el clero carca que se autodenomina por lo que parece una paradoja transgenérica “la Santa Madre Iglesia”.
Creo que es importante que las feministas católicas como todas las feministas que trabajamos en materia de religión y mujeres, recibamos el apoyo que necesitamos de todas las demás feministas y de todas las personas que luchan por el Estado laico, para avanzar en ese trabajo de deconstrucción y subversión del orden simbólico patriarcal. Eso permitirá hacer avanzar la causa común de todos los feminismos que es, al menos esa es nuestra convicción, la liberación de mujeres y varones de la dominación mutilante del patriarcado.
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